DIVIDE Y REINARAS

En este espacio de opinión, reservado para transmitir o abrir hipótesis acerca de los desarrollos suburbanos, muchas veces nos hemos referido a la connotación social y política con la que tal vez deberían analizarse estos fenómenos urbanísticos-inmobiliarios.

Ultimamente, y en lo que compete a este tema, se ha instalado en el discurso de algunos medios de prensa la polarización social, los “de adentro” y los “de afuera”, hablando de neofeudalismo sin investiga siquiera la historia.

El feudalismo era un sistema contractual de relaciones políticas y militares entre los miembros de la nobleza de Europa occidental durante la Edad Media. La guerra fue endémica durante este largo período de la historia, pero el feudalismo no provocó esta situación, la guerra originó el feudalismo. En las sociedades primitivas los hombres satisfacían sus necesidades económicas estrechamente unidos entre sí por vínculos de parentesco o de comunidad de habitación. Se formaban unidades sociales cerradas, atadas por el linaje, organizadas por la protección y ayuda mutua en la defensa de los comunes intereses.
En la Edad Media se decía: “Lo que está dentro de las murallas, no está en el mundo”.

Hoy las comunidades son heterogéneas. El llamado feudalismo posindustrial, en donde, según Albert Steger, “las ciudades se transformaron en campos de una nueva guerra permanente y hoy tienen cada vez más aspecto de castillos asediados”, se enfrentan dos visiones que podríamos reflexionar con el eje puesto en los desarrollos suburbanos, y es la dicotomía social entre los “incluidos” y los “excluidos” a estos modelos de opción de residencia.

En este y otros conceptos se enfrentan dos planos: uno material, constituido por elementos físicos, cercos, muros, que conforman y sugieren un límite, y el otro, inmaterial, en donde las imágenes no tienen representatividad, ni localización, ni estabilidad, en donde se representan las expresiones, en imágenes erróneas de invasión, con todo lo que supone la manipulación de los sentidos, agravado por el delicado momento en que se encuentra nuestro país y su sociedad toda.

Según otros, “la ocupación física del espacio por unos aparece como conflictiva, pero el otro es percibido como amenaza, y se produce así en los sectores medios de la sociedad un fenómeno de aislamiento, de amurallarse en los suburbios. Una huida de la ciudad a urbanizaciones que especialicen la segmentación”.

En este caso la imagen espacial adquiere características distintas: los de afuera son segregados involuntariamente, mientras que los de adentro se separan voluntariamente. Según este comentario, el “afuera” es la ciudad que contiene las víctimas posajuste, estigmatizadas como violentas.

Para contraponer este comentario en otros artículos hablábamos de atenuar los impactos ambientales y sociales y responsabilizar, también, a todos los actores, gobiernos, desarrolladores, profesionales para que se capaciten y puedan responder con solvencia a la complejidad temática que va mas allá de lo proyectual. La realidad indica que la relación es más fuerte y fluida de lo que se gráfica en muchos de estos comentarios, la interdependencia es mutua, la generación de fuentes de trabajo, construcción, servicios, los relacionan, se demandan y necesitan mutuamente; de hecho, lo simbólico deja lugar a la realidad.

Nuestras ciudades presentan múltiples potencialidades y restricciones, problemas y conflictos. Sus diferentes partes que la conforman ponen de manifiesto una amplia gama de características de alta heterogeneidad. La ciudad es un mosaico, una suma de diferencias, en donde la sociedad toda se apropia también de esas diferencias y convive e interactúa con ellas.

Algunos evidencian y superponen los intereses particulares por sobre los generales, induciendo a enfrentamientos sociales entre los actores, haciendo creer que la exclusión / feudalización es la causa y no la consecuencia de fallidos
procesos sucesivos de gestión, tal como revisamos en la historia.

En aquellos tiempos medievales la nobleza y el Estado llano, caballeros y campesinos, cooperaban en estructuras sociales, políticas y militares con objetivos tan justos como discutidos. Sin dudas, existían agitadores que dividían estas tácitas alianzas, con objetivos de reinar. Traiciones y sobornos por dinero movilizaban a quebrar el contrato sellado por un juramento de homenaje y fidelidad que concretaba el feudo. Pero tanto el señor como el vasallo eran hombres libres.

No perdamos la libertad de poder discernir realmente quién es el enemigo, tal vez lo encontremos entre nosotros. Tal vez ese que quiere dividir, quiere reinar

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